Por:Meghie Rodrigues
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En Brasil, como en muchos países en desarrollo, el acceso alaguapotable no es universal, por lo que millones de familias tienen dificultades para mantener la medida de higiene más básica para protegerse de laCOVID-19: lavarse las manos con agua y jabón con frecuencia.
“La pandemia ha arrojado luz sobre un problema histórico”, dice aSciDev.NetÉdison Carlos, presidente ejecutivo del Instituto Trata Brasil, organización de la sociedad civil que monitorea los avances en saneamiento y protección del agua en el país.
“En la última década, el acceso a saneamiento y agua potable ha avanzado muy tímidamente ante el desafío que tenemos”, agrega en entrevista telefónica.
Según Trata Brasil,5,5 millonesde personas comenzaron la pandemia sin agua corriente y casi 22 millones fueron excluidos de los servicios de saneamiento en las cienciudadesmás grandes de Brasil.
En el país en su conjunto, 35 millones no tienen acceso a agua potable y casi la mitad de la población brasileña —unas 100 millones de personas— no tiene acceso a infraestructura de saneamiento. De cada tres brasileños que ganan menos de US$ 370 al mes,dos no tienen coberturade servicios de saneamiento.
Sin embargo, si se mira antes y durante la pandemia, el escenario parece estar mejorando, aunque a ritmo lento. Según el Fondo Internacional de Emergencia para la Infancia de las Naciones Unidas (UNICEF),82 por cientode brasileños tenía acceso a fuentes de agua gestionadas de forma segura y libre decontaminaciónen 2015, y 86 por ciento en 2020.
Las desigualdades internas en el acceso abundan. La Encuesta Nacional Continua por Muestreo de Hogares de 2019, muestra quepoco más de la mitadde las familias de la región Norte (58,8 por ciento) tiene acceso diario a agua corriente, la tasa más baja entre las cinco regiones de Brasil. En el otro extremo de la escala se encuentra el sureste, donde 92,3 por ciento de los hogares está conectado a redes de distribución, otorgando agua todos los días a 87 por ciento de los hogares.
“拉斯维加斯disparidades也非常明显的儿子之间las áreas rurales y urbanas”, señala Rute Imanishi Rodrigues, investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas.
Según datos de UNICEF, 63 por ciento de las poblaciones rurales y 85 por ciento de las urbanas tenía acceso a fuentes de agua gestionadas de forma segura y libre de contaminación en 2015. En 2020, durante la pandemia, esa tasa aumentó más rápidamente en las zonas rurales que en las urbanas: 72 y 88 por ciento respectivamente, pero no fue suficiente para cerrar la brecha.
“A pesar de los indicadores para Brasil en su conjunto, y para la mayoría de las capitales y regiones metropolitanas, la intermitencia en el suministro de agua es realmente común y un problema grave también. Las empresas de agua no pueden rastrear todas las conexiones que se realizan, especialmente en los lugares más pobres”, añade Rodrigues.
Según Gustavo Prieto, investigador de la Universidad Federal de São Paulo, esto es especialmente cierto para las favelas (asentamientos humanos económicamentevulnerablesalrededor de las领域urbanas). Gran parte del problema podría resolverse mejorando la infraestructura ya existente, una tarea que está mayoritariamente en manos de las empresas públicas de agua de cada estado brasileño.
“Un estudiode Trata Brasil mostró que perdemos 40 por ciento de toda el agua potable en Brasil. Si reducimos la pérdida, digamos, a 25 por ciento, podríamos proporcionar agua a los más de 13 millones de brasileños que viven en las favelas”, dice.
La pandemia ha golpeado duramente a estas comunidades. En la ciudad de Río de Janeiro, casi uno de cada diez casos confirmados de COVID-19 tuvo lugar en una favela. Según elgobiernodel estado de Río de Janeiro, al 11 de septiembre la capital tenía más de 460.000 casos de COVID-19 y poco más de 32.600 muertes, segúnVoz das Comunidades.
En las favelas, la falta o la intermitencia en el acceso al agua afecta especialmente a las mujeres, sostiene Prieto. “Son las primeras enenfermarse. La carencia de acceso y potabilidad afecta más directamente a las mujeres y a sus hijos porque son ellas quienes más se ocupan del agua en la vida diaria de las familias, cocinando, limpiando, lavando ropa. Ellas son las que normalmente se levantan al amanecer para buscar baldes de agua para usar durante el día, cuando no sale del grifo”, remarca.
Con la propagación de COVID-19, la presión pública y la necesidad de una acción rápida obligaron a las empresas de suministro de agua a dejar de lado la burocracia y proporcionar acceso de emergencia al agua en áreas donde estaba restringida, indica Carlos.
“Las empresas públicas de agua instalaron sistemas de tuberías y donaron camiones cisterna a las comunidades más pobres, instalaron lavaderos para la población de la calle y negociaron la deuda de facturación del agua. Pero estas fueron acciones de emergencia, no estructurales”, explica.
Con la pandemia en curso, las cosas empeoraron: el desempleo alcanzó un nivel récord, afectando acasi 15 millones de personasy losprecios de los alimentosse dispararon a casi tres veces la inflación a principios de 2021 (las tasas de inflación actualmente rondan1 por ciento). Estos efectos persistirán después de que COVID-19 desaparezca en Brasil, advierten los economistas.
“Incluso con un mayor acceso a los servicios de agua, es fundamental que la tarifa social se convierta en realidad. La gente está endeudada porque no puede pagar sus facturas de agua y energía”, subraya Prieto.
Este artículo fue producido por la región de América Latina y el Caribe de SciDev.Net.